«No más quenas ni charangos», dijeron militares en Chile

En el gobierno de la Unidad Popular (1970-1973) alcanzó su máxima expresión la Nueva Canción Chilena, que agrupó a eximios creadores que pagaron con su vida, el exilio o la tortura el compromiso con el programa del presidente Salvador Allende.

ANSA - Los discos de la Nueva Canción Chilena, que agrupaba a Inti-Illimani, Quilapayún, Víctor Jara, Patricio Manns, Isabel y Ángel Parra, Rolando Alarcón y Richard Rojas, entre muchos otros, “se agotaban todos los 1 de Mayo. No quedaba nada”, dijo a ANSA el director musical y locutor Miguel Davagnino, a cargo en los 70 del sello grabador Dicap.

 

Desde el neofolklore que lideró Violeta Parra a fines de los 50, la canción popular empezó a adquirir un sentido temático que interpretó los sueños de la gente.

Víctor Jara cantaba al obrero, el cigarrito, la fábrica, y la gente comenzó a identificarse con esas canciones.

Pero, además, destacó Davagnino, “había un clima internacional que tiene que ver con el fin del colonialismo en África, los hippies en Estados Unidos, los jóvenes en Francia, el mundo estaba cambiando”. A su vez, las universidades crearon departamentos de cultura, se formaron grupos musicales. La Central Única de Trabajadores (CUT) tenía un centro cultural “muy potente”. “Estos discos identificaban a la Unidad Popular”, dijo, y agregó que los chilenos ya se habían dado cuenta que el folclore no se reducía a unas tonadas y unas cuecas de la zona central. Tras el golpe de Estado de 1973, el gobierno de facto intentó acallar ese canto. El ministro secretario general de gobierno de la época, el coronel Pedro Ewing, decretó “no más quenas, no más charangos, esa es música boliviana y además upelienta”, peyorativo para denominar a los partidarios de Allende.

Pero todo fue en vano y el canto sería el testigo de los acontecimientos de los largos 17 años de dictadura.

La primera vez que volvieron a sonar los instrumentos prohibidos por Ewing fue con el conjunto Barroco Andino, que interpretaban música clásica.

Miguel Davagnino recordó que en 1974 realizaba un programa con música popular en Radio Chilena, del arzobispado de Santiago, y colocó la versión de este grupo para la suite para flauta y cuerdas Badinerie de Bach.

“Su transmisión provocó una serie de llamados telefónicos de auditores que querían saber sobre la grabación. Recuerdo especialmente una mujer que con su voz quebrada por la emoción nos daba las gracias por hacerle llegar un sonido que, pensaba, no volvería a escuchar jamás. Aunque no podría asegurarlo, me parece que ese día, por primera vez, la música prohibida volvió a escucharse en la radio”, manifestó.

Poco después emergerían las Peñas Folclóricas, “verdadero refugio cultural que tanto en Santiago como en regiones se transformaron en punto de encuentro del canto que desafiaba las prohibiciones y amenazas”, destacó.

Para Davagnino, “el canto popular creaba una suerte de red contestataria que se iría incrementando en la medida que los movimientos sociales en contra de la dictadura adquirían mayor fuerza”. El 1º de mayo de 1976 Davagnino inauguró en radio Chilena el programa Nuestro Canto, que se transmitiría todos los domingos a las 10 de la noche.

“Yo armé un repertorio para ese domingo y recuerdo que la primera vez que se escuchó la voz de Víctor Jara es cantando una melodía centroamericana El Jibarito”, dijo.

Davagnino se ríe y agrega: “Empezó a llamar la gente, y yo no estaba preparado. Preguntan, quién canta. Víctor Jara, señor. Ah ya, muchas gracias, y cortábamos los dos. Los más valientes preguntaban "¿es Víctor Jara?. Sí, señor. Gracias”.

En 1978, Ricardo García creó el sello Alerce. “Funciona en el subterráneo de la casa de discos de este destacado locutor cuyo retorno a la radio imposibilitó la dictadura. La iniciativa de Ricardo da un nuevo impulso a esa música que ’nunca más se iba a escuchar en Chile’ al llevar al disco las creaciones de entonces”, sostuvo.

A 40 años del Golpe Militar, Davagnino confiesa que “ninguna de las Peñas de entonces existe hoy. Sus creadores sobrellevan una vida difícil o han debido derivar a otras actividades.

Otro tanto los cantores populares. La piratería y las transnacionales del disco tienen a mal traer al sello Alerce. Radio Chilena desapareció del dial”.

No obstante, completó, pese a las dificultades “muchos de los mencionados siguen en lo suyo, en lo que creen, en la razón de su vida: el canto popular como expresión genuina de un pueblo del que se sienten parte y al que le entregan su arte".

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